ILUSTRACION
ELABORADA POR: Fernando Emilio Saavedra Palma.
FRAY BERNARDINO DE SAHAGÚN
NOTABLE Y LUMINOSO
Por: Juan
Cervera Sanchís.
*Poeta y periodista andaluz.
Contaba
noventa años al morir. Había nacido el año de 1500 en la Villa de Sahagún, del
reino de León, España. Dejó de existir en el convento de San Francisco de la
ciudad de México.
¿Quién
fue realmente fray Bernardino de Sahagún? Su nombre de pila fue el de
Bernardino Ribeira.
Sus
biógrafos lo pintan como un varón de elevada estatura y muy armónico en su
aspecto físico, así como hombre de apacible carácter.
Tras
aprender las primeras letras en su villa natal pasó a estudiar a la prestigiosa
ciudad de Salamanca. Ahí tomaría los hábitos franciscanos.
No
cumplía los treinta años de edad cuando llegó a México en compañía de aquellos
diecinueve frailes que trajo a estas tierras fray Antonio de Ciudad Rodrigo.
Fray
Bernardino, mente dotada para el aprendizaje de las lenguas, lo primero que
hizo al llegar a la Nueva España fue consagrarse al estudio del idioma náhuatl,
por lo que muy pronto se convirtió en un distinguido nahuatlato. Ya desde que
venía por alta mar amistó con unos naturales de los que habían sido llevados a
España y que regresaban con él a México.
Ahí,
con ellos, empezó a aprender algunas palabras en la lengua de Moctezuma, idioma
que de inmediato lo enamoró. Al llegar a estas tierras se instaló en Tlalmanalco.
Todavía, si visitamos dicho municipio, del Estado de México, encontraremos el
convento franciscano donde fray Bernardino oró y estudió durante los primeros
años de su vida en México. Por cierto que en el convento franciscano de
Tlalmanalco podemos admirar una original capilla decorada con relieves de
personas, plantas y animales entrelazados y una escultura impresionante a la
que se conoce con nombre de “Cristo Rumbo al Calvario”.
Interesante
visitar este histórico convento hoy en día.
Junto
con su consagración a la oración y al estudio, fray Bernardino, gustosamente,
dedicaba parte de su tiempo a la exploración, que es una forma práctica de
estudiar. Así que, mientras oraba, exploraba.
Un
día dejó el convento de Tlalmanalco y realizó una expedición al Popocatépetl y
al Iztaccihuatl, para luego continuar, con los pies descalzos, por todo el
valle de Puebla.
Tras
recorrer y conocer el valle, comiendo de lo que encontraba a su paso y durmiendo
tras la puesta de sol, sus caminatas eran de sol a sol, llegaría hasta Michoacán,
por donde anduvo a capricho de la suerte y conviviendo pacíficamente con los
naturales, quienes, de inmediato, lo respetaron y admiraron, maravillados al escucharlo
hablar a la perfección sus lenguas, ya que su don de lenguas era realmente
extraordinario, pues se le hacía muy fácil aprender cualquier lengua extraña,
que muy pronto hacía suya.
Hay
que recordar que en la geografía que hoy se circunscriben los Estados Unidos
Mexicanos se hablaban entonces ciento veinticinco lenguas diferentes, tal como
lo registra do Francisco Larroyo, nuestro más que admirable pedagogo e
historiador, en su “Historia Comparada de la Educación en México”, pagina 54,
por si el lector amigo desea mayor información sobre el tema.
Tras
deambular aprendiendo durante un tiempo entre los naturales fray Bernardino
retornó de nuevo a la vida conventual y pasó a ser guardián del convento de
Xochimilco.
Posteriormente,
en el colegio de Santa Cruz de Tlaltelolco, enseñó a los jóvenes indígenas nobles
latín.
Ahí
en el colegio de Santa Cruz, fue precisamente donde comienza a escribir su
importante obra histórica y documental, ya que el trato con los nobles y cultos
jóvenes y, en especial, con los sabios ancianos indígenas, le permitieron
conocer tradiciones y hechos del pasado prehispánico de alto, vivo y valiosísimo
interés.
Fray
Bernardino escribía con la misma facilidad la lengua de Miguel de Cervantes, la
de Marco Tulio Cicerón y la del rey-poeta Netzahualcóyotl.
Fueron
muchos los textos iluminadores que nos legó. Nos dejó desde un Sermonario, es
decir, una serie de sermones, a una “Vida de San Bernardino de Sena”, así como
una “Doctrina para los Médicos”, ya que estaba muy interesado en humanizar a
los galenos.
Escribió
también un “Vocabulario trilingüe” en español, latín y náhuatl y su obra
monumental como historiador: “Historia General de las Cosas de la Nueva España”,
donde quedan registradas las costumbres, artes y creencias de los antiguos
mexicanos.
Harto
valioso es el aporte cultural de fray Bernardino de Sahagún que, como muy bien
se ha dicho fue en sí “un monumento de inteligencia y laboriosidad”.
Cuesta
creer que su obra mayor no se publicara sino trescientos treinta y nueve años
después de su muerte. Tres siglos, más treinta y nueve años, esperó inédita,
hasta que por fin fue impresa en 1829.
Justo
es recordar hoy, y continuar recordándolo mañana, a Bernardino Ribeira, fray
Bernardino de Sahagún, aquel sabio fraile franciscano con el que por siempre
estaremos en deuda.
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FOTOGRAFÍA TOMADA
DEL BUSCADOR DE Google.
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Fray Bernardino
de Sahagún es el nombre adoptado por Bernardino de Rivera, Ribera
o Ribeira (Sahagún, León, España ca.
1499-Ciudad de México, 5 de
febrero de 1590)[1]
al hacerse fraile franciscano. Es el autor de un número de obras en náhuatl y español,
consideradas hoy entre los documentos más valiosos para la reconstrucción de la
historia de México
antiguo antes de la llegada de los conquistadores españoles.
La voz del Norte, periódico cultural con origen en la Atenas de Sinaloa, el hoy Pueblo Mágico de Mocorito, Sinaloa agradece la ayuda en la disfusiòn del informativo
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