SEÑORA Y NÍÑA MÍA…
Autor: Juan Cervera Sanchís.
LIBRO DE SONETOS
EDICINES A.L. DURAN MEXICO
1988.
Ilustró: José Contreras
Diseño: Jorge Álvarez
INTRODUCCIÓN
Quién ha
tenido la tranquilidad y sabiduría para oír y comprender los trinos vocingleros
de las avecillas que anidan en las arboledas, a orillas del río de Lora, o de
nuestros oyameles del Anáhuac, no es extraño que haya descubierto el canto de
los cenzontles y jilgueros que aún resuenan en las colinas del Tepeyac.
Juan
Cervera, el viandante que busca las señales donde la vida canta sus alegrías y
dolores, ha venido a detenerse ante la colina donde florecieron las rosas en invierno,
para interpretar, a su manera, el mensaje que dejó estampada la Señora en
aquella portentosa tilma de palma de oczotl. Como jardinero de la voz
consubstanciada en poesía, sembró y podó, desde muy niño, las más fragantes
rosas de su natal Andalucía. Años vinieron, en que navegando en la trirreme de
sus desolaciones, arriba a estas tierras, ansioso de hallar nuevas y fragantes
rosas florecidas en las mesetas volcánicas. Contempló, ciertamente, todas las
floraciones que ofrecen nuestros campos de temporal. Aún las flores de los
cactos le parecieron sublimes, a pesar de esconder la figura de las espinas.
Lozanas flores de cuetlalxochitl alegraron sus más tristes navidades; las
violáceas y rojas flores bugambílias flanquearon un tiempo su ignoto sendero.
Mas ya en campo abierto a la añorada anchura que sueña en azules y soleados
días el poeta, vino, como está dicho, a encontrar la colina donde espera
siempre la Madre y Maestra, envuelta en las luces fulgurantes de la fe.
Ahora,
aquel viandante y jardinero, que alguna vez, quizá extraviado en las llanuras
mexicanas gritó que se le viera y mirara, encontró sin duda la mirada bondadosa
de Aquella que es de la misma patria de sus jilgueros: la Tonantzin nutricia y
rediviva, bien llamada Inmaculada y Virgen.
Debo
decirlo, aprendí hace el tiempo que Juan, a guiarme por las corrientes y los
vientos que siguen siempre las aves que gustan de vivir en libertad. Dí,
singularmente, con el mismo camino; y si bien no me fue dado interpretar esos
trinos ante un portento, sé que la poesía también es cantar dos veces en
oraciones. Es imposible descubrir la alegría que me transportó, al leer estos
sonetos, pues descubrí que ya era asequible decir con voz humana, lo que no
sabía sino expresar con esa paz de melodías internas. Habré de repetir, al
menos, alguno de esos trinos. Y lo haré con la voz del macehual Juan Diego, o
la voz del poeta Juan Cervera Sanchís:
Pues ante ti recobro el aire niño
que daba por perdido, Alta Señora,
hallando a Dios intacto en tu mirada.
Ramón Sánches Flores.
Tonantzintla, Puebla. Primavera de 1987.
FOTOGRAFÍA TOMADA POR: Fernando Emilio Saavedra Palma.
DEDICATORA de Juan Cervera Sanchís
a Fernando Emilio Saavedra Palma.
I
CENZONTLES, cardenales y jilgueros
en concierto se unieron aquel día,
creando la más bella melodía
que han creado los seres volanderos.
Airecillos de amor oracioneros
endulzaron el cerro de poesía
y Juan Dieguito, niño de alegría,
habló en diminutivos jardineros.
Frágil escalerilla de madera,
y hombrecillo muy tierno y obediente,
se entregó servicial, a la Señora.
Diciembre se vistió de primavera
y el mensaje más puro e inocente
se alzó en templo de fe, consolodadora.
II
NUNCA suceso igual ha sucedido
cual tu llegada azul y auxiliadora,
que, en cinta de belleza seductora,
unió lo brutalmente dividido.
Tu hermosa flor solar curó el herido
corazón y con fe remediadora
borró la luna negra y vengadora
de aquel suelo sangriento y dolorido.
Lo incierto tu presencia lo hizo cierto
y la paz sucedió al feroz combate.
Cerraba tu presencia la honda herida.
Que códice de amor y libro abierto,
por la memoria virgen del ayate,
la tilma de Juan Diego se alzó en vida.
III
EN la palma de iczotl quedó el mensaje
como caudal de luz enamorado
de un pueblo inmensamente desolado
que en Ti halló de repente tutelaje.
Tu humilde morenez, en oleaje
de mágico fervor inesperado,
elevó, generosa, al derrotado
con tu radiante y místico lenguaje.
¡Oh gracia silenciosa y salvadora
que en la palma de iczotl les daba altura,
a fuer de dar amor, a los vencidos!
Que eres Tú pan celeste, Alta Señora;
Madre total, vestida de ternura,
en donde los contrarios son reunidos.
IV
PRECIOSA y dulce Niña, vencedora
del demonio sangriento y repulsivo
y madre de lo bueno y de lo vivo
y de lo malo siempre ahuyentadora.
Niña maravillosa y salvadora
del sacrificio inútil y abortivo.
Tonantzin del amor conciliativo.
María de la Luz Conciliadora.
Crueles leyes cambiaba tu presencia
por nuevas leyes al amor rendidas,
¡oh mi Niña de soles florecidos!
Que bastó con tu tierna adolescencia
para poblar de rosas las heridas
y unir a vencedores y vencidos.
V
NIÑA del Tepeyac, Madre piadosa
donde la caridad, siempre en crecida,
es fehaciente señal de nueva vida
y vivo testimonio de la Rosa.
Niña del Tepeyac, casta, preciosa
y bondadosamente suspendida
en el aire de Dios, como encendida
lámpara celestial y milagrosa.
Lámpara que ilumina nuestras almas
y conduce segura nuestros pasos,
¡Oh Niña del amor de nuestros ojos!
Niña del Tepeyac, que nos ensalmas
y suavizas dolores y fracasos
cuando caemos ante Ti de hinojos.
VI
MADRE y Maestra, Tú, Niña y
sencilla.
Tesoro de inocencia
inigualada.
Reliquia de la Luz Inmaculada.
Máximo bien y suma maravilla.
Maestra y Madre, Tú, fe que
agavilla,
cual amorosa y cálida
embajada,
los contrarios en fuerza
iluminada
infundiéndole espíritu a la
arcilla.
Madre y Maestra, sí, Niña y
Señora,
que el candor nos devuelves,
generosa,
con tu presencia tierna y
florecida.
Maestra y Madre, Tú,
reveladora,
que nos diste la clave de la
rosa
y el divino secreto de la
vida.
VII
CUARENTA y seis estrellas en tu manto
le dan al verdiazul un
intensivo
y titilante juego de oro vivo
redoblando las gracias de tu
encanto.
Toda Tú eres estrella y orto y
canto.
Toda Tú eres misterio
suspensivo
y estrella mayor eres y
cautivo
sol de soles que enjuga
nuestro llanto.
Doncella Madre Tú entre las
doncellas
y suma realidad, Virgen María,
en donde lo divino se hace
humano.
Que Estrella Madre Tú de
estrellas
y siempre Madre Tú y estrella
guía,
iluminas al pueblo mexicano.
VIII
SI macehual sujeto a tus
pulseras.
Si flor solar ardiendo en tu
vestido.
Si árido y duro cerro
embellecido.
Si armiño de nacientes
primaveras.
Si arcángel de purezas
mensajeras.
Si solsticio de invierno
florecido.
Si ceñidor materno bendecido.
Si rosa entre las rosas
verdaderas.
Si celestial y críptica
criatura.
Si eucarístico vaso iluminado.
Si tilma hasta los cielos elevada.
Si códice de máxima ventura.
Si amor y sólo amor enamorado.
Si cariñosa Madre
Inmaculada.
IX
VIRGEN de Guadalupe, sumo anhelo,
fortuna de la gente mexicana;
de esta sufrida gente, tan
humana,
que en tu luz sin igual halla
consuelo.
Virgen serena y dulce, gracia
en vuelo;
emperatriz y madre soberana
de esta mística tierra que
desgrana
el maíz del amor bajo tu
cielo.
Virgen de Guadalupe, infín
doncella
musical, silenciosa y
abstraída,
en donde Dios sublima lo
moreno.
Pequeña y tierna Virgen, casta
estrella
que arde en el Tepeyac,
dándole vida
a este dolido pueblo, humilde
y bueno.
X
MISTICA Rosa y Madre Inmaculada
hecha de puras rosas
principales.
Rosa de las esencias
siderales.
Imagen milagrosa e increada.
Rosa Tú la más tierna y
venerada.
Rosa, oh sí, de las rosas
rituales.
Rosa Tú entre las rosas
serviciales
y, entre las rosas, Tú, la más
sagrada.
Amor Tú del rosal de los
amores.
Tú, verdad entre todas las
verdades.
Dádiva floral Tú la más
hermosa.
Que eres Tú, Virgencita, flor
de flores
y unitario esenciero de
bondades
que a todos nos cobijas con tu
Rosa.
XI
HECHA de rosas Tú, cual floral rito
de compasivas rosas
celestiales.
Rosa Tú, de las rosas ideales.
Preciosa rosa Tú del infinito.
Rosa Tú en gestación de Pan
Bendito.
Sublime rosa Tú de los
rosales.
Rosa conceptual de las
señales.
Rosa donde esté escrito lo no
escrito.
Rosa de las espinas
milagrosas.
Única rosa y Madre verdadera
donde el pueblo se nutre de
esperanza.
Rosa la más divina de las
rosas.
Rosa de la perpetua primavera.
Rosa en fin donde el gozo nos
alcanza.
XII
PORQUE eres la bondad hecha María.
Tonantzin Tú nutricia y
redivida.
Madre nuestra rotunda y
substantiva.
Despejada ecuación de la
alegría.
Porque eres Tú la suma y la
armonía
de la vida más alta y
sensitiva,
mi Niña de maíz y suave oliva
en rosácea y radiante
geografía.
Porque número y Verbo
esplendoroso,
tu corazón jamás se rinde al
frío
de la infeliz y baja
tecnocracia.
Que la poesía es tu reino,
siempre hermoso,
y el dar es tu destino
labrantío
de labradora Madre hecha de
gracia.
XIII
GRANO de gracia, Tú, fértil semilla
de la harina más noble y más
preciosa;
del pan cosalvador y de la
rosa
de la más bella y mística
Castilla.
¡Ah mi Niña tritícea, tan
sencilla
y a la vez tan Señora y
misteriosa!
Ante tu Imagen pura y
silenciosa
nuestra esperanza canta y se
arrodilla.
Porque gracias a Ti, Niña
cimera,
y a tu alquimia de amor y
Verbo en vuelo,
esclareció este pueblo su
destino.
Y su doliente carne pasajera,
no nada más halló paz y
consuelo,
sino que trascendió hacia lo
divino.
XIV
IRRADIADA de Dios y de pureza,
¡Oh Madre Irradiadísima y
querida!;
con tus rosados rayos nos das
vida
e inflamas nuestro barro de
nobleza.
Tu resplandor disipa la
tristeza,
¡Oh Madre sin pecado
concebida!
y nuestra larga noche
desvalida
raya en alba encendida de
belleza.
Madre Niña y dulcísima y
resuelta,
que irradiadoramente nos absuelves
con tu mirada fija en la
poesía.
¡Ah dulce Niña Madre en luz
envuelta!,
que en luz enamorada nos
envuelves
con tu resplandeciente
abogacía.
XV
SEÑORA la que aplasta la serpiente
con su huella rotunda y
luminosa.
Madre y dadora nuestra
prodigiosa
y siempre enamorada e
indulgente.
Señora siempre Virgen e
inocente
y bella y siempre Madre
dadivosa.
Fuente de Salvación y luz
copiosa
que ilumina y eleva nuestra
mente.
Señora de las sombras enemiga
y feliz claridad de nuestros
ojos
por tu divina Imagen
conquistados.
Señora y Madre nuestra y fe
que abriga
los riscos y transforma los
abrojos
en devotos rosales extasiados.
XVI
EN tus ojos el pueblo,
reflejado,
se eleva niñamente hasta la
altura
de esos tus ojos niños de luz
pura
en donde Dios es tiempo
enamorado.
En tus ojos el tiempo,
iluminado,
se eterniza en un hito de
hermosura
y el pueblo es tiempo y gozo a
la ventura,
por tus ojos cual niño
confiado.
Que mirarse en tus ojos, Madre
mía,
es sentir que la vida se
abrillanta
en la niñez y el tiempo
verdadero.
En tus ojos dulcísimos, María,
en donde lo menudo se levanta
por sobre los jerarcas y el
dinero.
XVII
¡OH dulce y noble indita,
mensajera!
Niña y Madre más nuestra cada
día.
Morenita de sol y fantasía
y protectora sombra lisonjera.
La vida Tú nos haces llevadera
con tu manso temblor de
angelería,
pues bajo tu feliz capitanía
nuestro dolor se achica y
atempera.
¡Oh noble indita y Madre y Virgen
pura!
Trigueñita de rostro
inigualable
que el corazón nos hablas
suavemente.
Nunca nos falte, sí, tu
prefectura;
tu bendición alada e inefable
y la luz de tu Imagen
transparente.
XVIII
TUS manos como aves misteriosas
y en éxtasis de salmos
maternales
nos transportan a esferas
musicales
en loor de oraciones
silenciosas.
Tus manos como un nido infín
de rosas,
aleteo de aromas esenciales,
guardan hondas memorias
divinales
entrelazando preces olorosas.
Manos, donde tu espíritu
inocente,
con mariana y pura angelería,
lo que el hombre dispersa, ata
y ordena.
Manos las tuyas, Madre,
virgenmente
ahuecadas en mística alegría
y custodiando al Verbo en
dicha plena.
XIX
PAÑUELITO de lágrimas, Señora,
sois Vos para este pueblo
desvalido;
para este hermoso pueblo
agradecido
que se impone al dolor y os
enamora.
Pañuelito de fe consoladora
sois Vos para este pueblo tan
sufrido;
para este niño pueblo
sostenido
por vuestra casta luz
auxiliadora.
Pañuelito sois Vos y alto
consuelo
que transformáis la espina en
fresca rosa
y hacéis más llevadera la
honda herida.
¡Virgen del Tepeyac, vaso de
cielo
y aroma de esta tierra
misteriosa,
donde por Vos, la muerte
emerge en vida!
XX
PORQUE ante Ti no existe
extranjería,
porque tu amor no sabe de
extranjeros,
porque eres patria Tú de mis
jilgueros
igual que mis lobos, Madre
mía.
Porque ante Ti me muero de
alegría
y mis oscuros pasos
pordioseros
se colman de horizontes y
luceros
y el barro de repente arde en
poesía.
Porque en Ti el misterio del
armiño
entra en mi corazón y lo
enamora
con ternura de nube
inmaculada.
Pues ante Ti recobro el aire
niño
que daba por perdido, Alta
Señora,
hallando a Dios intacto en tu
mirada.
TODAS LAS ILUSTRACIONES EN EL
LIBRO DE SONETOS Señora y níña mía… SON de:
José Contreras.
CONTRAPORTADA DEL LIBRO DE SONETOS
Autor: Juan Cervera Sanchís.
Señora y níña mía...
Juan Cervera Sanchís es colaborador asiduo de revistas y diarios de México y de varios países. Publica en La Cultura Nel Mondo de Roma, Italia, y en Temas de Nueva York, entre otras muchas publicaciones de América y Europa.
Su poesía ha sido traducida al griego, al checho, al francés, inglés, portugués, italiano y japonés.
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