viernes, 27 de abril de 2012

OCTAVIO PAZ... Ensayo elaborado por: Juan Cervera Sanchís.


          ILUSTRACIÓN elaborada por: Fernando Emilio Saavedra Palma.
OCTAVIO PAZ
Ensayo elaborado por: Juan Cervera Sanchís.



Entre el agua y la luz y entre la luz y el agua se debate, en círculos y relámpagos, la poesía de Octavio Paz. Se podría decir que el poeta desarrolla su obra obsesionado por la inexpresable irradiación electromagnética, que llamamos luz, y por el compuesto químico, que denominamos agua. Llegamos, por momentos, a pensar que la poesía de Paz es ella misma agua y luz.

Sí, ciertamente, esta poesía se encierra (por más que parezca dispararse en supersónicos pálpitos) en redonda geografía de luz y de agua. Surtidor de trabajadas emociones.

Fuente de inteligencia. Cántaro de equilibrio. Vaso de exactitud. Y luces y más luces de un mismo foco. Húmeda luminaria capaz de hacernos entender la raíz de las paradojas.

Con una extraña ciencia, esa que brota del corazón en edad de perihelios, Octavio Paz nos aproxima a la luz y no da a beber. “arrastrando en sus aguas dulces fechas”, aguas insospechadas. Poeta de la luz y el agua, en celestiales movimientos, puede rasgar, con los puñales de su canto, la espesa frazada del misterio. Y canta así.



Inmóvil en la luz, pero danzante,

tu movimiento a la quietud que creía

en la cima del vértigo se alía

deteniendo, no al vuelo, sí al instante.

Luz que no se derrama, ya diamante,

detenido esplender del mediodía,

son que no se consume ni se enfría

de cenizas y fuego equidistante

Espada, llama, incendio cincelado,

aue ni mi sed aviva ni la mata,

absorta luz, lucero ensimismado:

tu cuerpo de sí mismo se desata

y cae y se dispersa tu blancura

y vuelves a ser agua y tierra oscura.






El agua, a borbotones de venero, en flor de hontanas, cruza, como un emporio de ríos, el mar poético de Octavio Paz, ya desde sus iniciales poemas de “Luna silvestre”, así como la luz, para ensancharse en rápidas y radiantes llamaradas en “Bajo tu clara sombra”, y continuar creciendo por “Entre la piedra y la flor”, “A la orilla del mundo”, “Semillas para un himno”, “Piedras de Sol”…

El agua, entre “espadas de luz”, en pos de sorpresivos rescates, persigue su “pasado de agua” y presidente su futuro de agua en esta poesía siempre luminosa, surgida y creada en luz de luz:



Un cuerpo, un cuerpo solo, sólo un cuerpo,

un cuerpo como un día derramado

y noche devorada;

la luz, la luz, henchido río

que navega perdido

sin asir una orilla,

la luz de unos cabellos

que no apaciguan nunca

la sombra de mi tacto;

una garganta, un vientre que amanece

como el mar que se enciende

cuando toca la frente de la aurora…

  

Siempre en todo momento, cuerpos o ideas, en Paz son agua y luz. Tal un destino fatal, por más que a él mismo le pueda parecer una inclinación consciente. Lo inevitable, como “sedienta tierra” y “hambre de orillas ciegas”, se convierte aquí en diáfana y líquida realidad o ensoñación. ¡Quién sabe! Las Moiras dirigen incluso lo que nos parece que estamos dirigiendo. En la poesía de Octavio Paz, en “su latir de corrientes”, la luz encalla, como un sino imperativo:



Vivimos sepultados en tus aguas desnudas.



El poeta lo sabe, aunque niegue saberlo, pero lo sabe, sí, lo sabe:



Dueles, recién parida, luz tan en flor mojada;

¿qué semillas, qué sueños, qué inocencias te

                                                                        laten,

dentro de ti me sueñan, viva noche del alma?





“Herida y fuente” es esta poesía inventada en sí misma y hecha de restallantes percepciones y esclava y señora de sus “círculos concéntricos”. En su “quieto resplandor”, que “inunda y ciega” al buscador, es decir, al poeta, éste se busca a sí mismo y en sí mismo gusta perderse, “disuelto en su corriente”, como “río pensativo” y en su “aprisionada luz”. El poeta sabe lo que sabe, y lo sabe muy bien:



El alma canta, cara al cielo,

y sueña en otro canto,

sólo vibrante luz,

plenitud silenciosa de lo vivo



En silenciosa plenitud, vivo, entrevé la vida: 



Relámpagos o peces

en la noche del mar

y pájaros, relámpagos

en la noche del bosque.

Los huesos son relámpagos

en la noche del cuerpo.

Oh mundo, todo es noche

y la vida es relámpago.



La luz, por todas partes (dentro y fuera) está aquí en esta poesía, donde el poeta (él), “en la luz se desnuda”, mientras interroga “a cada esplendor”, seguro, empero, de que aún no ve. El poeta de la luz. ¿está ciego? El poeta del agua, ¡se muere de sed? Es muy posible. Yo diría que es casi cierto; y “ese que vive entre las aguas” aún no sabe cómo beber y aunque “la luz lo toca” todavía no puede tocar la luz. Realmente, que quiere decir “lo más fantásticamente”, “también el llanto sirve de almohada”. El agua, claro el agua:



El resonante tigre de las aguas,

las uñas resonantes de cien tigres,

las cien manos del agua, los cien tigres

con una sola mano contra nada.





El agua, junto a la luz, lo es todo en esta poesía. El poeta está de esa manera, “anegado en su sombra-espejo”. Duras o blandas aguas y “luz en la cima de las olas”. La voz de Octavio Paz es como “unos ojos líquidos” que huyeran por la memoria, rodeada de olvidos, de la luz:



Cuando la luz extiende su dominio

e inundan blancas olas a la tierra,

blancas olas temblantes que nos ciegan…







Y en la ceguera, el poeta, advierte:



Nada sino la luz. No hay nada, nada

sino la luz contra la luz rabiosa,

donde la luz se rompe, se desangra

en oleaje estéril, sin espuma.

El agua suena. Sueña.

El agua intocable en su tumba de piedra,

sin salida en su tumba de aire.

El agua ahorcada,

el agua subterránea,

de húmeda lengua humilde, encarcelada.



El agua-hombre. Esta agua-vida que somos, se precipita o se recoge verso a verso en la poesía de Paz, donde se dan tatas batallas, tal como se dan en la raíz del fuego o del agua, porque el milenario “afán de ser luz en el aire” no se cumple cuando uno quiere y la sed no suele saciarse en el preciso momento en que nos incendia la lengua. “las nupcias de la luz y la sombra” pueden mostrase próximas, pero están lejos. La palabra que puede parecer liberarnos resulta, de súbito, una cárcel. Tanta agua y tanta luz, en esta poesía de Octavio Paz, anhelan organizar el caos. “En el principio del mundo la luz y el agua…”Tiempo de Génesis. Tiempo y espacio:



Y la luz se desnuda y se mira en el agua.







Desnudeces del alma en luz y agua es esta poesía radiante y húmeda. Esta poesía espoleada por la tralla luminosa de la búsqueda. Poesía inevitable, fatalmente luminosa y liquida.



Contra el agua, días de fuego.

Contra el fuego, días de agua.



Como el pausado horologium de los monasterios las horas (agua y luz) nos envuelven desde las “aguas petrificada” de esta poesía, donde sentimos que “se despeña la luz”; que nos dice el secreto sin decirse: “Diré su secreto: de día, es una piedra al lado del camino; de noche, un río que fluye al costado del hombre”.

Como la Dama Huasteca es esta poesía, aunque también mucho más. Porque “la luz crea templos en el mar”, porque “la luz avanzada a grandes pasos, porque “la cabeza del poeta es una fuente” y, naturalmente, la fuente (iluminada) canta para todos.


FOTOGRAFÍA TOMADA DEL BUSCADOR DE Google.
rosarioalonso.blogspot.com
Octavio Paz Lozano
 (Ciudad de México, 31 de marzo de 1914 - Ciudad de México, 19 de abril de 1998) fue un poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano, Premio Nobel de Literatura 1990. Se le considera uno de los más grandes escritores del siglo XX y uno de los grandes poetas hispanos de todos los tiempos.[1] Su extensa obra abarcó géneros diversos, entre los que sobresalieron textos poéticos, el ensayo y traducciones.wikipedia.

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