miércoles, 11 de abril de 2012

RUBÉN BONIFAZ NUÑO.

Ilustración elaborada por: Fernando Emilio Saavedra Palma.
RUBÉN BONIFAZ NUÑO.
Ensayo elaborado por: Juan Cervera Sanchís.


Toda la poesía de Rubén Bonifaz Nuño, la podríamos encerrar en ese relámpago visionario con que termina su poema “La flama en el espejo”, y que dice, en fin y principio, que se liberta en el cero:


Se vuelve aérea, vibra diáfana
la losa del sepulcro; leve
despega con las alas mansas
de la respiración; los párpados,
incendiados por alegres lumbres,
la ceguera aprietan, sepultada;
la rompen. El resucitado
remonta la memoria; mira
en la tercera luz del alba.

¿Poesía en pálpito de trascendentales esperanzas?, podríamos preguntarnos. Nosotros nos atrevemos a contestar que en la poesía de Rubén Bonifaz Nuño no hay ningún juego de esperanza, “ni con ni para la esperanza”; estamos ciertos de otra realidad muy tangible en ella: el descubrimiento deslumbrante. A través de esta poesía nos vamos descubriendo como criaturas destinadas a sobrevolar la humedad doliente del barro cotidiano:

¿Soy alguien yo?, te preguntabas
dentro de lo oscuro, en el silencio
anterior a la palabra oculta;
te interrogabas, alma mía.

Como el gusano de seda, y pensamos en Teresa de Ávila, el trabajo de la luz se fragua en el espeso silencio de las sombras. La semilla es antes que la espiga, pero ¿es después que la semilla la espiga? La vida es una emoción que suele nadar con harta frecuencia en el mar de las paradojas. De súbito la cruz un rayo de lógica inteligencia. Es la huella del místico, pero el místico fue y sigue siendo hombre de carne y hueso y la lógica se transforma en antilógica. Desconfiemos de nuestros sentidos y a la vez confiemos en ellos, porque es posible, a través de ellos, en cierto estado, ver.
La poesía de Rubén Bonifaz Nuño, como la de San Juan de la Cruz o la de William Blake, es producto de un estado especial y es por ello que nos despeja incógnitas del ser:
Sin pesar ni miedo ni desdicha
vencedora sin tregua, ejerce
alta y humilde los secretos
de la resurrección; la clave
de la vida inmortal preservera.

Y es vano, mi alma, tu deseo
de gracia, si la gracia en ella
no quieres hallar, si no la encuentras
en tu regazo donde alberga
la luz y el amor que la limita.

El poeta se trasmuta. Vuélvese diáfanamente sabio. Sabe que:

Todo se le muestra, nada teme;
nada encubre, todo protege.
Nacientes formas perfecciona,
llama de salud conduce, fija
en un punto el tiempo y lo repara.

Y armoniza en una las voraces
cuatro criaturas que componen
los rostros vivientes de la esfinge…

Se establece la comunión esencial. No se confunda con milagrería. Pero para haber llegado aquí, a donde es posible fijar en un punto el tiempo y repararlo, este hombre ha tenido que andar largos caminos y comerse de sus carnes y en sí mismo. No hay purificación sin dolor. Todo viene de lejos y en la memoria del poeta está escrito, en su “Fuego de Pobres”, donde ya nos dejara dicho:


Tigre la sed, en llamas, me despierta;
hambre mi corazón. Y el rostro
de las cosas me observa; el medio rostro
de lo que va naciendo; mi morada.
El naciente en la noche,
el rostro para el día de mi rostro.

Rojo contra mis huesos, con el número
de pasos ya contados.
Privado ya de tiempo desde ahora.
Se dice aquí, se afirma, aquí se habla;
aquí se duerme en compañía;
ni un paso más allá me pertenece.
Y desata mi lengua…

Únicamente tras haber sido tan intensamente humano y haber “ensayado los nombres que ensayaron sus abuelos”, únicamente así: tras haberse sumergido en el fragor de lo humano, Rubén Bonifaz Nuño, pudo dar el salto hacia las otras esferas, pues mucho antes de flamear en llama viva frente la claridad doble de los espejos cantó a sus “demonios”, a sus “días”:

Desde la tristeza que se desploma
desde mi dolor que me cansa,
desde mi oficina, desde mi cuarto revuelto,
desde mis cobijas de hombre solo,
desde este papel, tiendo la mano…

Hombre y alma en hito de humanidad. Soledad en compañía. Busca perenne. Experiencia del diario vivir:

Con gentes distintas en apariencia
camino, trabajo todos los días;
y no me saludo con nadie: te amo.

Sí, ahí estuvieron los días y los demonios. Ahí siguen estando. Sin embargo, por “El Ala del Tigre”, Rubén Bonifaz Nuño halla sorpresivos senderos:

Todas las cosas juntas vienen
al instante del mundo; y tiemblo,
y al sol y a la sombra tiendo el alma
coronado de amarillos huesos
y flores moradas. Armisticio
de tiempo y lumbre. Primavera.

El miedo anda todavía por ahí agazapado no obstante el respiro del armisticio. Y el poeta lo sabe mientras lo amoroso, tristemente, le tiembla, como un pájaro herido, entre las manos:

Espinas y llamas y ceniza
caídas de tus manos. Blanca
miseria de cartas moribundas
que no te dicen nada, y llaves
de cerraduras enmohecidas
que no abrirás. Palabras, años.

Dueño de su palabra ceñida y luminosa Rubén Bonifaz Nuño nos biografía la vida, que es de todos y que alguna vez o muchas veces se pudo llamar Julia:

 Te encontrarás la muerte, y una herida
ha de cerrarse entre la noche; y luego
se dormirán tu corazón y el fuego
que a pausas lo consume sin medida.

Casa de muchos huéspedes, tu vida
no tuvo nunca el que esperaste. Ciego
el llanto, y la ternura sin sosiego,
se anudan a tu carne perseguida.
Aunque sientas tu pecho, y se te enferme
la voz, y una viscosa primavera
pueblo el insomnio en el que estás desnuda.
Ya te oprime la noche. Ya se duerme
encerrada tu lengua placentera
en su cárcel de dientes, mansa y muda.

Julia es la vida y Eloísa y Betina. “El eterno femenino nos guía hacia lo alto”. Femenina es la muerte. Desde su tigre alado nos ha a dicho:

…un temblor de espinas nos reúne
y nos fatiga. Desolada
opulencia del temor. Y sólo
por el gusto de morir, vivimos.

Nacido en Córdoba, Veracruz, el 12 de noviembre de 1923, Rubén Bonifaz Nuño nace a la poesía con La muerte del ángel para culminar en “La flama en el espejo”. Ahí, “los contrarios en alianza”, ven arder “la belleza victoriosa”, porque ahí, el poeta logra el “poder de las llaves” que guardan “los signos de su mano”, eso que “a plena luz se oculta”. Y conoce y nos da a conocer el secreto:

Y es amor la respuesta sola,
y no hay amor –alma, lo sabes-
como el amor que se le debe.

Puritas cordis. Sí, la poesía de Rubén Bonifaz Nuño alcanza, en luz de inteligencia, la pureza de corazón. Y como diría Casiano: “Con el fin de obtener esta pureza de corazón debemos hacer todo cuanto podamos hacer y buscar todo cuento podamos buscar”. El poeta ha buscado por “El ala del tigre”, por “Los demonios y los días”, por “Fuego de Pobres”, y por “El manto y la Corona”, por “Imágenes”… Ha buscado y hallado en vivida flama, para darse a manos llenas.
En Rubén Bonifaz Nuño se reencuentran la teoría y la praxis, in veritate. Y si, en la verdad de lo vivido y de la verdad de lo vivido nace su palabra, en unión de fieras y ángeles reconciliados en ese “su absorto cántaro atmosférico”, tan antiguo y tan nuevo como el sol nuestro de cada día.


        FOTOGRAFÍA TOMADA DEL BUSCADOR DE Google
        filológicas.unam.mx
Rubén Bonifaz Nuño (Córdoba (Veracruz), 12 de noviembre de 1923) es un poeta y clasicista mexicano.
Bonifaz Nuño nació en Córdoba (Veracruz) y estudió derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) entre 1940 y 1947. En 1960, empezó a enseñar latín en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y recibió un doctorado en Arte y cultura clásica en 1970. Bonifaz Nuño ha publicado traducciones de las obras de Catulo, Propercio, Lucrecio: De la natura de las cosas, Píndaro, Ovidio: Metamorfosis, Arte de amar y Remedios del amor, Lucano, Virgilio: La Eneida y las Geórgicas, Julio César: Guerra gálica, Cicerón: Acerca de los deberes y otros autores clásicos al español. Su traducción de 1973 de la Eneida fue aclamada por la crítica.
Fue elegido miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua el 19 de agosto de 1962, tomando posesión de la silla V el 30 de agosto de 1963. Bonifaz renunció al cargo el 26 de julio de 1996.[1] Fue admitido en el Colegio Nacional en 1972. Fue ganador del Premio Nacional de Literatura y Lingüística en 1974.[2] .WIKIPEDIA.

2 comentarios:

  1. Que alegría saber algo de Juan Cervera. Todavía recuerdo su poemario "En las nubes". Fue juan de los primeros en comprender el alcance de poemarios como "Siete de espadas" y "La flama en el espejo", y la utilización de saberes ancestrales como la alta magia, la kábala y la alquimia por Bonifaz. Además la ilustración es entrañable. Gracias y les comparto con humildad:

    http://​ropavejerodesprestigiado.blogspot

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  2. César Arenas Moreno GRACIAS por tu comentario... Y es GRAN admiración la que sentimos por su OBRA completa,
    de Juan Cervera Sanchís en muchas partes del PLANETA.
    Fernando Emilio Saavedra Palma.

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