martes, 8 de mayo de 2012

EFRAÍN HUERTA ENSAYO ELABORADO POR: Juan Cervera Sanchís.


ILUSTRACION ELABORADA POR: Fernando Emilio Saavedra Palma.
EFRAÍN HUERTA
ENSAYO ELABORADO POR: Juan Cervera Sanchís.

De sumergirse en la vida, de vivirla, es decir: de ser vida misma, paso a paso y ser a ser, nace (en sed de libertad y justicia) la poesía de Efraín Huerta, esa voz universal nacida en Silao, Guanajuato.
Su canto nace y viene de lo más humanal que hay en el hombre. Y no se crea que jugamos aquí a las paradojas. Pensamos que Huerta, Efraín, es, quizá, entre los poetas mexicanos de nuestro tiempo, el más preocupado por los problemas del hombre contemporáneo. Su voz estremecedora y clara es en todo momento hermosamente rebelde y solidariamente hermosa. Espíritu de vanguardia se alza contra lo injusto y persigue como enamorado amante a la libertad:


Por ella, por la Libertad, el sonido y el aroma
              recuperan la vida.
la flor su esbelta gracia y la nube su frágil
                           elegancia.
Por la libertad, todos los días, se derrumba un
                            perfume
-y un hilo de sangre se convierte en el más
                      ancho río de esperanza.

En la libertad de la palabra –su palabra- ha vivido y vive este gran Efraín nuestro y a la vez tan de todos aquellos (sin importar fronteras ni geografías) que aún creen en el hombre como un ser no alienado. Es decir, los que están convencidos, pese a todos los signos contrarios, que:

Son las voces, los brazos y los pies decisivos,
y los rostros perfectos, y los ojos de fuego,
y la táctica en vilo de quienes hoy te odian
para amarte mañana cuando el alba sea alba
y no un chorro de insultos, y no ríos de fatigas,
y no una puerta falsa para huir de rodillas.

Rotundo, sí, rotundo es el amor en la poesía de Huerta.
Nada de almíbares. Pero eso, ay, eso sí; el amor siempre está ahí, aunque de repente pueda llamarse odio, porque si Huerta llega a odiar algo es en todo momento por amor. Así en su Declaración de guerra que dedica a la memoria de Ricardo Flores Magón, “muerte en la cárcel por oponerse a una guerra contra la humanidad”. La dedicatoria es un poema y un retrato de Huerta. Pero escuchemos algo de este poema tan definitorio:

¡Heroicos tripulantes del Potrero del Llano,
astillas de mi Patria,
hojas de gigantesco árbol de mi país;
del Faja de Oro audaces, valientes camaradas,
Oíd este rumor, este millón de gritos,
esta viril protesta envuelta en llamaradas!


Huerta es nuestro mayor poeta epilírico; en su voz de incendio se matrimonian felizmente lo épico y lo lírico. Es, creemos, de los poetas que, el tiempo, al pasar, va rejuveneciendo, mientras que otros, al paso del tiempo, envejecen indefectiblemente. Tiene el don de la contemporaneidad, que es en mucho el de ser joven ayer como hoy. Efraín Huerta es un poeta en constante renovación. Puede ser erótico, político, lírico, dulce o agrio. Es Huerta siempre. Eso sí, y lo es en Kubán o en la avenida Juárez; su recia personalidad nos resulta inconfundible:

El mar de espigas era un mar de manos
que pedían más aire ansiosamente,
como unas manos muertas o más vivas que
muertas,
pero terriblemente mar de espigas.

El mar de espigas del Kubán.

Comparte la belleza con los cosacos del Kibán. Comparte, comparte…Y es que lo suyo es un acto de compartir. En “El Tajín” nos lo dice:

Entonces ellos –son mi hijo y mi amigo-
ascienden la colina
como en busca del trueno y del relámpago.
Yo descanso a la orilla del abismo,
al pie de un mar de vértigos, ahogado
en un inmerso río de helechos doloridos.

Puedo cortar el pensamiento con una espiga,
la voz con un sollozo, o una lágrima,
dormir un infinito dolor, pensar
un amor infinito, una tristeza divina;
mientras ellos, en la suave colina,
sólo encuentran
la dormida raíz de una columna rota
y el eco de un relámpago.


En todas partes, este Efraín, abierto y entregado, se da a manos llenas. No sabe, diría yo, hacer otra cosa. El hombre es su norte:

En el nombre del Hombre, que es la oración, que es la oración
                              más bella,
sobre Europa, esta noche, cayó fuego sagrado;
no de otra forma el alba de la liberación
            se anuncia.

El alba lo atrae con frecuencia:

Estar simplemente como delgada carne ya sin
          piel,
como huesos y aire cabalgando en el alba…

Nos habla de perros y: “Es el día del amor. La hora del consuelo”. Se vive en tanto de esperas, de “serán y mañanas”. El alba envuelve en muchas ocasiones esta poesía fresca y diáfana y a la vez cercada por la desilusión de la gran ciudad. Lo que no impide, sin embargo, la esperanza:

La mañana en los hombres milagriza
doloridos deseos, y tiernas plumas
de palomas infames se levantan
gritando amor sin vida por las calles…

Efraín grita amor, pero con vida que es precursor de etéreas albas. Amor, ese amor, donde se nos dice tan él el poeta:

El amor viene lento como la tierra negra,
como luz de doncella, como el aire del trigo.
Se parece a la lluvia lavando viejos árboles,
resucitando pájaros…

La poesía de Huerta, de este Efraín en vilo de horizontes, tiene también mucho de resurrección constante. Descansa en el amor. Y ahí está su secreto a voces. Un secreto que crece en luz de amante escándalo:

Crece la hierba, el río,
y el alba de la garza
es la mano de Dios que se despide.

Poeta elegante, cuando quiere serlo, como pocos, y fustigador ¡y fustigador!:

¡Bandoleros de siempre, arrasadores
de América!
¡Pisoteadores de países,
sangrientos y sanguinarios siempre:
en Colombia que se rompió los hombrosy
y en Veracruz que se llenó de sal
la pavorosa herida del 14!
¡Ya no tenéis descanso!
¿Respiraís, como los muertos, y los muertos
se ríen de vuestro aire,
de vuestras banderas donde las estrellas
están muertas,
donde el azul traiciona
y las barras se desploman de vergüenza!

La verdad desnuda y frontal es la regidora de esta gran poesía donde nunca nadie podrá llamarse a engaño. Hombre que se debate entre declaraciones de amor y odio, pero donde el amor siempre termina inclinando la balanza. La humanidad de Huerta se desborda y la hace nuestra. Huerta no es nada más un poeta (tan hombre) que uno inevitablemente ama, porque amar (se ha dicho) es comprender. Y quien no comprende tanta vida abierta de par en las alas-albas de sus versos:

Pues la Libertad tiene la heroica altura del
              sueño más hermoso
-y la sabia profundidad de la más bella música.
Hay quienes desean la muerte sin soñar con la
                                                                          /vida.

Nosotros no; nosotros queremos con Efraín Huerta seguir soñando con la vida, hasta que:

…la Libertad sea pan de cada día, fruto
de cada noche.

Sí, sí, ¡para todos!, y tal como la sentimos en la poesía de esta gran voz universal que un día del años 1914, para nuestro regocijo, nos naciera en Silao, nombre ya para siempre nuestro gracias a Efraín Huerta.

       FOTOGRAFÍA TOMADA DEL BUSCADOR DE Google.
       jesusfelipe.es
Efraín Huerta
El legado principal de Efraín Huerta es el libro Los hombres del alba (1944) que marca una ruptura con las formas poéticas utilizadas hasta ese momento. Es uno de los libros cumbres de la poesía hispanoamericana del siglo veinte.

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