sábado, 19 de mayo de 2012

JUAN CERVERA SANCHÍS: Esencia y ser…SOLEDAD CON SOL, MUERTE CON VIDA. Por: José Muñoz Cota.


FOTOGRAFÍA TOMADA POR:  Fernando Emilio Saavedra Palma.
JUAN CERVERA SANCHÍS: Esencia y ser…
Para otros usos de este término, véase Juan Cervera.Juan Cervera Sanchís (1933) es un poeta y periodista de origen español, nacido en Lora del Río, Sevilla e inmigrado a México. Es hijo de Juan Cervera Rueda y de Asunción Sanchís Jiménez. Ejerce el periodismo tanto en México como en España.[1]
SOLEDAD CON SOL, MUERTE CON VIDA.
Por: José Muñoz Cota.

POESÍA…

ENCUENTRO con un poeta: arco-iris en tarde de lluvia; trébol de cuatro hojas en campo de hierbas mustias.
Uno admira en el espejo del día la vista de la luz, una luz original que se encierra en el marco de catorce sonoridades.
Encuentro con el soneto: cuando el breve espacio, de oro, de cristal, ce laberinto, se ensancha, obedeciendo al reclamo del verbo.
Soneto: Una idea emocionada se bifurca en catorce senderos; pero se sabe ya que todos los caminos llegan al estado de gracia de la revelación.
Todo esto, y más, mucho más mar adentro, mucho más montaña arriba, he sentido con el encuentro del poeta español, anclado en México, Juan Cervera.
Un libro detiene la atención y la sujeta; un libro escrito con sangre de distancias; traducción de nostalgias sevillanas, pero ya bajo el conjuro esotérico de los paisajes mexicanos, tan misteriosos siempre, tan introvertidos, con su dolor subterráneo.
Tengo a la mano otros libros y otros poemas –y he de ocuparme de ellos-, pero este volumen, Contraseñas, se interpone, me cerca, me sitia y me vence con el énfasis de sus XX sonetos y su clara tipografía romántica y la alevosas ilustraciones que están forzando la mirada. 
El poemario está impreso en España. Tiene el símbolo de una golondrina que lleva recados atados al pico.
Cada quien trae a su pueblo clavado en cuatro esquinas; cada exiliado, aunque sea exiliado de sí mismo, trae su soledad, como aquel sayal mágico, crece a la medida del cuerpo ausente, pero el fenómeno de Juan Cervera es que su poesía, autentica, sonora se aparta deliberadamente de los ritmos sevillanos y revela una hondura, mayormente familiar a la montaña y a la barranca.
Es un poeta que se trasciende hacia su interior: al hallazgo de su esencia, la esencia de su SER.
Es posible que en esto –hipótesis al aire- se halle presente la influencia del paisaje mexicano, las gentes que trata, las circunstancias que lo condicionan.
Poeta: metamorfosis continua. Poesía que no se salva de las circunstancias, tal y como lo confiesa Goethe a Eckerman. Y, con todo, un cúmulo de circunstancias va modelando la eternidad de cada poeta; su propia eternidad. Nuestra pequeña eternidad es la respuesta inmediata a las acechanzas del tiempo y del espacio; respuesta a los buitres que devoran al minuto que transcurre sin detenerse nunca.

FOTOGRAFÍA TOMADA DEL BUSCADOR DE Google
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Johann Wolfgang von Goethe (ˈjoːhan ˈvɔlfɡaŋ fɔn ˈɡøːtə) ( 28 de agosto de 1749, en Fráncfort del Meno, Hesse, Alemania22 de marzo de 1832, en Weimar, Turingia, Alemania) fue un poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán que ayudó a fundar el romanticismo, movimiento al que influenció profundamente. En palabras de George Eliot fue "el más grande hombre de letras alemán... y el último verdadero hombre universal que caminó sobre la tierra". Su obra, que abarca géneros como la novela, la poesía lírica, el drama e incluso controvertidos tratados científicos, dejó una profunda huella en importantes escritores, compositores, pensadores y artistas posteriores, siendo incalculable en la filosofía alemana posterior y constante fuente de inspiración para todo tipo de obras. Su apellido da nombre al Goethe-Institut, organismo encargado de difundir la cultura alemana en todo el mundo.
Tiembla mi realidad equivocada
sobre tu tiempo sombra bajo cero
mientras arde mi alerce carpintero
y la rosa del Todo vive en Nada.

La noche de mi sed desmemoriada
encarcela el recuerdo mensajero
de tu tarde colúmbida y mi acero
entra en tu carne nunca acariciada.

Tu vida que es mi muerte clama y clama
sobre la cal azul de mi esqueleto
en un pueblo clavado en cuatro esquinas.

Mi corazón, memoria de tu llama,
retorna a la ceniza y, el secreto
de lo que fue tu amor, crece en espinas.

El poeta –todo poeta- gasta sus afanes para detener al río; fluye la nube volandera, como fluye el amor que perjuró su eternidad engañosa. Pero el poeta –desde la remota edad de Ronsard- encontró su desquite: ya cuando las generaciones recién estrenadas al vuelo, no conozcan el nombre del tiempo pasado, ni el apellido del amor que se evadió, siempre perdurará el poeta –en la memoria- que cantó esa pena.
Además: el poeta vive su sed desmemoriada. Agua de vida eterna es la poesía.
Esto es lo que garantiza, en perpetuidad, la inútil necesidad de los poetas.
La poesía –contempla desde la perspectiva de un feroz pragmatismo- es una flor superfula, un gasto del espíritu, en sí lujoso; sólo que la poesía, como flor, como el azul del cielo, aunque nos dan verdad, son pasto para el alma; descanso para el fatigado respirar de la conducta diaria; estimulo de alas para los pies aplanados por incesantes fatigas.

Cuando la sangre de la luz vencida
se pierde en las arterias de la noche
invento un misterioso carricoche
y recorro tu luna sorprendida.

Se abren los manicomios de la vida
y la estrella polar, lujoso broche,
entra en mi corazón, como un derroche
que cambia el curso de mi sed suicida.

Se hacen posibles miles de imposibles
y mi alma-ruiseñor, por tus laureles,
alza de nuevo un canto de fe pura,

Un más allá de fuegos invisibles
rozan la sien del tiempo. Los vergeles
de la carne recobran su hermosura.  


FOTOGRAFÍA TOMADA POR: Fernando Emilio Saavedra Palma.
VII EPOCA· TOMO III· Director General: FERNANDO M.GARZA MEXICO, D.F. 5 SEP. DE 1982.

Esta es la magia de la poesía; el embrujo de la imaginación. La imaginación no es el espejo de la realidad; si no la espiga que guarda lo imaginario; el universo inédito de los imposibles y hasta de los disparates, según la opinión de José Bergamin.
Camino de piedras para llegar a la ilusión del poema y, luego, regreso del poema para encontrarnos –con Juan Ramón- que hay que prescindir de las palabras hermosas que juzgábamos poéticas.
Pero, y la poesía, ¿En dónde está? ¿Dónde se encuentra? ¿Qué es la poesía?
Inútil es atentar contra la pereza, repitiendo las diversas teorías que en el mundo han sido.
Alberto Hidalgo –el poeta gigante peruano, fallecido en Buenos Aires- asienta en su Tratado de Poética: “Siempre he sentido que la poesía me viene de otro yo, pero de otro yo que surge dentro de mí mismo, cual si alguien, un recóndito ser me la susurrase. No soy, por lo demás, ni el último no el primero: el yo poético es tan ajeno a su persona, que Rainer María Rilke, estimado en  general por la crítica como el mayor de los poetas alemanes modernos, pretendía que sus versos le eran murmurados al oído por fantasmas.

FOTOGRAFÍA TOMADA DEL BUSCADOR DE Google.
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Rainer Maria Rilke (también Rainer Maria von Rilke) (4 de diciembre de 1875, en Praga, Bohemia, República Checa (a la sazón Imperio Austrohúngaro) - 29 de diciembre de 1926, en Val-Mont, Suiza) es considerado uno de los poetas más importantes en alemán y de la literatura universal. Sus obras fundamentales son las Elegías de Duino y los Sonetos a Orfeo. En prosa destacan las Cartas a un joven poeta y Los cuadernos de Malte Laurids Brigge. Es autor también de varias obras en francés.

No obstante sigue el enigma. Llámese inspiración, de lirio, subconciencia, intuición creadora; sean los poetas del romanticismo, Aristóteles, André Breton, Benedetto Croce…afortunadamente no sabemos aún que es la poesía.
Por lo demás, ya es hora de concluir con el deplorable juicio de valor jerarquizando a los poetas.
Los poetas no son sujetos de comparación. No lo son los pintores no los músicos no los escultores. Beethoven no es más grande que Chopin o que Bach; no es Van Gogh más grande que Goya o que el Tiziano… A este respecto concluye el mismo Alberto Hidalgo: “Ningún poeta es mejor que otro; es sólo la resonancia en el espíritu, siempre vario, de los diversos lectores, lo que varía. Los grados de su de superioridad o inferioridad no caben entre poetas; esto no es un ejército con jefes y soldados”…
A mí me han gustado los sonetos de Juan Cervera; me ha complacido al leerlos en voz alta y se ha verificado el concilio, la identificación de su emoción, de sus imágenes, y del empleo de su ritmo; es un poeta inspirado quien además tiene el dominio de su oficio, de la técnica –no siempre grata en otros poetas- del soneto.     

La vida es sólo un lujo, tú lo sabes.
Suenan las caracolas frente al mar.
El sueño que soñaba despertar
se encuentra con el oro de tus llaves.

La vida es un dispendio, rosas claves
para mágicamente retornar
a la acción del perfume y respirar
a la sedienta altura de tus aves.

La vida tiene muerte en la mirada
 y yo vivo mi muerte a vida plena
Un campanario azul me da su sombra.

Muerdo otra vez el pan de tu alborada
y recobro la fe de la azucena,
Se nombra al fin la luz que no se nombra.

Fue Antonio Machado, en el libro delicioso de Juan de Mairena, que nos señalo: “Ya en otra ocasión definíamos la poesía como diálogo del hombre con el tiempo y llamábamos “poeta puro” a quien lograba vaciar el suyo para entendérselas a solas con él, o casi a solas; algo así como quien conversa con el zumbido de su propios oídos, que es la más elemental materialización sonora del fluir temporal”.
La muerte –silencio del tiempo- viene a ser, por todo ello, un latido permanente de la ansiedad de no morir del todo, de no desaparecer totalmente en el tiempo.
Rainer María Rilke, anhelaba para el hombre que muriera su propia muerte; una muerte a su medida. El poeta Juan Cervera, a su vez, quiere vivir su muerte plenamente. Asirse al instante de la muerte para contribuir, instante sobre instante, la parcela de inmortalidad que se gana con el verbo.


Llege del sol. Vinagre de mis ojos.
Alba de la raíz desmemoriada.
Egoísmo del mundo. Sed de nada.
Pies descalzos sangrando en tus rastrojos.

Ultima soledad de mis despojos.
Heliotropo sin voz. Deshilachada
angustia de la carne. Flor ajada.
Revuelo de imposibles petirrojos.

Insula de la amarga despedida.
Sangriento anochecer de la navaja
atravesando el viento del olvido.

Este hombre que muere de su vida
y de todas las vidas. La baraja
de las caras marcada. El vencido.

Una de las más bellas parábolas –risueña y misericordiosamente irónica es aquella que en la Biblia nos relata e sueño de Jacob. La escala de por donde sube el elegido y pelea con el ángel y, ya en el alba, próximo a despertar, oye una voz: “Porque han peleado con Dios y con los hombres y has vencido”.
Pero la hueca realidad es que Jacob –todos los hombres- será siempre el vencido.

Allá donde jamás nada fue mío
y, sin embargo, niño y luz, anduve
subiendo a lo más alto, cual se sube
cuando uno es flor de fe, contra el vacío.

Allá donde ya nunca tendré río,
por más que el mar devuelva la alta nube
al fresco y verde prado, donde tuve
tiempo para inventar mi señorío.

Allá donde volver sabe a quimera
y uno sabe que todo está perdido,
quizá porque allá está ganado.

Allá tengo país, casa, bandera,
himno que compartir, sal y sentido,
espada qué clavar en mi costado.

Todos sufrimos una raíz que, como espada, nos recuerda los cielos amistosos y los ríos antiguos dóciles a nuestro sueño de papel de estrasa. Por eso. Por eso Rogelio Reyes, desde Sevilla, la bien cantada, le dice al poeta Juan Cervera: “Paradoja y misterio del conocimiento poético, que desde la distancia ve y siente mejor que los que estamos aquí.
La magia del poeta une –venciendo al tiempo espacio- ausencias y presencias. Porque el poema está en la duración y no sólo en el tiempo.
Cuando inventa su personal metafísica argumentada con sonoridades salvadoras.









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